Cuando ya nos íbamos, le miré la gorra, levanté las cejas, y él me cazó al vuelo, casi ni escuchó que yo le decía… Comandante, disculpe, ¿me la da? Se la sacó y me la iba a poner, directamente, pero se frenó… -Espera, antes te la firmo, porque si no puede ser de cualquiera.”
Para que no sean de cualquiera, los diseñadores firman sus prendas en una bonita paradoja: un objeto con aspiración creativa no se ofrece al aire; se marca para intentar venderlo mejor. Pasa siempre.
Casi. Existe un hombre que rodea con un círculo una tira de números. No hay identidad salvo que conozcas el truco. No hay etiquetas. Y no tiene cara, ni voz, ni archivos que prueben que Martin Margiela existe.
Protegido por una Maison llena de locos con batas blancas que defienden que el estilo es libertad, justifica la bondad de los contrastes. Un juego peligroso, claro que sí. Como tiene que ser.
Sí pero no
*A Margiela no le gusta la publicidad pero se distribuye como nadie gracias a un acuerdo con el señor Diesel.
*A Margiela sólo le interesa repensar ropa (costuras por fuera, tela de saco, cara cubierta), hacerla rara, pero sus colecciones se agotan en las tiendas.
*A Margiela no le gustan los desfiles pero perpetra los mejores. En aparcamientos, escombreras, sin modelos.
*A Margiela le gusta el concepto pero su ropa sienta bien. Cashmere bueno, cuero bueno, algodón bueno.
*A Margiela le montan exposiciones pero la moda no es arte. Ja.
*A Margiela le gusta el también belga Magritte. Mucho. Y le copia el objet trouve a Duchamp.
Si en otoño el universo se decide (por fin) a llevar hombreras baratas, recuerda que la culpa es de Margiela. Él las rescató hace años y por eso ahora se ríe de ti. Y además te quiere vender lamparas en botellas para decorar tu casa.
La maravilla del contraste es que es fiable. Desconfía de aquel que sea demasiado coherente. Esa virtud sobrevalorada. Piensa en ello: la cita inicial es un estracto de la biografía de Diego Armando Maradona; el mejor futbolista jamás creado que, vaya, pasará a la historia por ser un d10s en el campo y un capullo en la calle. Por tener la mejor zurda pero haber marcado un gol con la mano. Ilegal pero validado, por supuesto.