Eduardo García Benito: Los toreros, la moda y el dibujante

La vida es rara, el trabajo también

“Estoy acostumbrado a pintar toreros; conseguir ser chic no me preocupa”Eduardo García Benito, señor de los antes, no le tenía miedo a los retos ni al trabajo. A la vida parisina puede que sí (“y qué voy a hacer yo allí, si a mí lo que me gusta es jugar al dominó y comer cocido”), pero nunca a medirse. Messi sale al campo, no lo olviden, consciente de que es mejor que los demás.

Así, un joven de Valladolid pasó de becario al mejor de su tiempo. Pronto comenzó a encontrar trabajos en revistas tanto en París (Femina y La Gazette du Bon Ton) como en Nueva York (Vogue y Vanity Fair). Y cocido no, pero ginebra mucha. Bebió junto a la vanguardia enmarcada en la revolución artística del siglo XX. Picasso, Matisse, Manet, Gauguin, Cocteau… ahí puso el listón. Y consiguió ilustrar la moda de toda una época con su geometría Art Déco, sus ecos a la Bauhaus, su escaso realismo.

Condé Nast, artífice de las biblias del estilo de vida, nunca tuvo claro que la ilustración de moda fuera suficiente; los artistas se esforzaban más en parecer artistas que en reflejar el vestido. El arte encajaba enVogue si éste lo hacía con su universo intangible. Muchas dudas. Pero ninguna con Benito (puede que no encuentres el García en los anexos de los libros).

Ocupó la mayor parte de las portadas entre 1910 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Pintó a Monsieur y Madame Poiret porque así se lo pidieron. Gloria Swanson también. Trazó un vestido negro de satén con lazos con flecos de color verde a la altura de las caderas, Le Bassin D’argent. Se reflejó en Modigliani.

Y es que Nast siempre dijo: “Coja a 14 personas singulares, con un espíritu realmente especial; luego a otras siete normales para completar la lista. Con el tiempo, estos últimos se empaparán de las bondades de los primeros”. Así elegía él a sus colaboradores. Miren sus revistas, sólo eso.

Ya nadie hace lo mismo. De La Gazette du Bon Ton a Jordi Labanda hay un buen trecho. Es cierto que después de los 80 la visión street de los diseñadores de moda volvió a revitalizar la ilustración; había más concepto que material, los dibujos volvían a tener sentido aun perdiendo descripción. Pero no es igual. La vida cambia, pero vivir bien sigue siendo la mejor venganza. O traduciendo: hay cosas que sólo tienen un camino.

“No se puede decir que Eduardo García sea un artista desconocido para nosotros. Pero sí es cierto que el alcance y la relevancia de su obra no hace otra cosa que llenarnos de admiración y respeto”, dice el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva. La realidad, injusta, prefiere dice que casi nadie le ha hecho caso hasta ahora.

En Nueva York, vaya, el Congreso de Estados Unidos aprobó a principios de los 70 una moción felicitándole por la labor cultural que realizó en aquel país. En su tierra, rechazaron una propuesta de su puño y letra poco antes de morir: Un museo de arte contemporáneo en el que él abriría la lata con la cesión de más de 400 obras.

Arrepentidos, los que mandan exponen ahora, por primera vez, gran parte de su trabajo para las revistas de moda y otras propuestas como recreaciones gráficas de La Odisea o El Buscón. La fe, dicen, aparece en el punto exacto donde termina el orgullo. A Benito, torero y hedonista, probablemente le hubieran sobrado cojones para decir que, ahora, no. Pero la muestra, para el resto de los mortales, es un bendito error.

Apuntes y recomendaciones

Parte de la obra de Eduardo García Benito (200 cuadros e ilustraciones, sobre todo de su etapa americana), se expone hasta el próximo 1 de noviembre en la Sala de Exposiciones del Museo de la Pasión de Valladolid.

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